martes, 31 de marzo de 2015

Condena







No existe, supongo, peor condena que no poder volver a querer así.
Bueno si, querer de esa forma, cómo cuándo la luna aparece radiante sobre el mar y su reflejo perlado hace los deleites de miles de enamorados y sus ilusiones, reduciendo sus plegarias a querer y sólo poder querer.
Termino los días, uno tras otro tachando tu nombre en las hojas de mi vida al acostarme, con el castigo de tener aún muchas más, o no,  vaya uno a saber, paginas limpias en este libro que llaman vida.

Ya no sé si lo eterno será el dolor o el recuerdo de ese amor.